La carcacha que papá compró
¡Pobre Petra! Apenas si podía caminar, toda
rechinaba por dentro y por fuera, sus defensas
amenazaban con caer; pero aún con todo papá la
quería y yo también. Juntos acordamos en
llamarla Petra. La carcacha parecía entender su
nombre, pues únicamente caminaba cuando le
decíamos "Petra, por favor camina". Lentamente
caminaba y después, ¡uf! tremendos arrancones
sin parar, sin parar, parecía que de Petra se
apoderaba el vértigo de la velocidad.
En cada había una persona descontenta con
nuestra Petra y esa persona era mamá; aquella
noche mamá le dijo a papá:
-No me gusta esa carcacha, es insegura, vieja
y por lo mismo peligrosa. Véndela al deshusadero
¿Cómo era posible que mamá pidiera tal cosa?,
bajé corriendo a la cochera, recorrí con la mirada
a mi pobre Petra, quien tiraba aceite por todos
lados, no había duda, petra estaba enferma, muy
enferma.
Al día siguiente papá la llevo a un taller. Por
suerte él la quería como yo.
En el camino pensaba y pensaba, y me decía a mí
mismo: ¡Ojalá Petra tenga remedio! Papá parecía
adivinar mis pensamientos, pues con gran ánimo
me decía:
-No te apures, hijo, petra quedará bien y si no
quedara bien, existe la posibilidad de conservarla
en un rincón del jardín.
-¿De verás, papá, no la llevarás al deshuesadero?
-Por su puesto que no.
Las palabras de papá me alegraron tanto, que
corrí a contárselo a Petra.
Al día siguiente fuimos al taller, la pobre Petra
yacía sin ruedas, los mecánicos la revisaban
afanosos. Cuál sería mi sorpresa cuando un
maestro mecánico, experto en la materia, explico
a papá: "El motor aguanta todavía; sólo hay que
cambiar juntas, la bomba, la bomba de aceite y
carburarlo bien.
También hay que cambiarle balatas y
amortiguadores. Después, con hojalateada y su
pintura, quedará en muy buen estado. Lucirá
bien todavía."
Y efectivamente, en unos días, petra estaba
irreconocible, joven y bella y lo que es más, ya no
representaba el peligro al que tanto temía mamá
Petra era una compañera para papá y muy útil,
para mí, una amiga, mamá ya no la veía con
recelo.
Petra es de hierro, un objeto aparentemente
insensible, pero tal vez nuestro cariño y nuestro
empeño la había echo resurgir.
Si tú tienes una Petra, dile a papá que cuide
mucho su buen estado por seguridad de todos en
casa.
Agradecimientos al autor:
Diana C. de Sandoval.
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