El cazador y la perdiz.
Una perdiz en celo reclamada
vino a ser en red aprisionada.
Al cazador la mísera decía:
-Si me das libertad este día,
te he de proporcionar un gran consuelo.
Por este campo extenderé mi vuelo,
juntaré a mis amigas en bandada,
y tendrás, sin costarte dos ochavos,
doce perdices como dos pavos.
-¡Engañar y vender a tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
-Respondio el cazador-. !Pues no, señora:
mure, y paga la pena de traidora¡
Felix M. Samaniego
Moraleja:
La traición, aun soñada, es detestable.
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