La carga de los dos asnos
Empuñando una larga vara, conducía un humilde
arriero dos asnos: uno cargado de esponjas,
iba muy ligero; el otro, cargado de sal, iba
a paso lento. Andando por sendas y vericuetos,
llegaron al vado de un río, y se vieron en
gran apuro. El arriero, que pasaba todos los
días aquel vado, montó en el asno de las
esponjas, arreando delante al otro animal.
Este era muy voluntarioso y yendo de aquí
para allá cayó en un hoyo, volvió a levantarse,
tropezó de nuevo, y tanto se sumergió que
la sal fue disolviéndose y pronto sintió
el lomo aliviado de todo su cargamento.
Su compañero, el de las esponjas, siguió
su ejemplo; se zambulló en el río y se empapó
de agua junto con su carga. Las esponjas
se hicieron tan pesadas, que no pudo ganar
la orilla el pobre asno. El mísero arriero
se abrazaba a su cuello, esperando la muerte
inminente. Por fortuna, otro arriero pasó por
ahí y con gran trabajo logró salvarlo,
no así al asno que se hundió en el río
con todo y esponjas.
Autor:
La Fontaine.
Moraleja:
No conviene, por pereza, imitar a los demás.
No a todos les va de la misma manera,
lo que es bueno para algunos no siempre
es bueno para otros.